DE la catedral

Calvario procedente de la Catedral de Santa María

Tríptico del Descendimiento, de Ambrosio Benson

El Árbol de la Vida, en la Capilla de la Concepción

Organo y sillería gótica del coro

Trascoro con las reliquias de San Frutos

 Retablo de Sabatini con su proyecto a la izquierda

El arte mueble de la Catedral reúne piezas de gran singularidad y de una amplia cronología, ya que con la demolición de la Catedral Vieja se rescataron una serie de obras artísticas que después fueron llevadas a la Nueva. Además, la especial relación de los reyes con la ciudad de Segovia y los vínculos de los comerciantes pañeros con el Norte de Europa dotarán a la Catedral de obras de extraordinaria belleza y calidad.

 

La sillería y otras piezas

de la Catedral de Santa María

Se trata de una hermosa sillería gótica labrada en madera de nogal y decorada con profusión de motivos geométricos y vegetales. Encargada por el obispo Juan Arias Dávila para la antigua Catedral, la conforman dos pisos de asientos o sillas, entre las que destacan la del obispo, con el escudo de los Arias Dávila, y las de los reyes (Enrique IV y Doña Juana), ubicadas en los extremos con bellos doseles góticos. Otros elementos traídos de la antigua Catedral son: el túmulo del Infante Don Pedro, el calvario gótico de madera policromada, una Virgen con el Niño del siglo XIII y un curioso Pantocrátor arcaizante del siglo XIV.

 

La pintura

La colección pictórica de la catedral es muy heterogénea. Hay curiosas muestras de arte flamenco, como la copia de la Fuente de la Vida de Jan van Eyck, proveniente del monasterio de El Parral o el tríptico del Descendimiento. Este último, obra del XVI del pintor Ambrosio Benson, inspirada en otra de Robert Campin que debió de pintarse hacia 1532-36, estuvo en origen en la Capilla de la Piedad del fabriquero Juan Rodríguez. A comienzos del XVII, la Capilla de la Concepción desarrolla el tema de la Inmaculada que tan fervientemente defendió la Iglesia hispana. En 1645, el patrón Pedro Fernández de Miñano y Contreras cubre la capilla de pinturas con escenas de la vida de la Virgen, a las que se añaden los seis lienzos pintados por Ignacio de Ries. De entre ellos destaca el Árbol de la Vida, que representa de manera alegórica a la muerte.

 

 

 

 

 

La escultura

Entre todos los retablos y esculturas que decoran el templo, destacan el Santo Entierro de Juan de Juni y el Cristo yacente de Gregorio Fernández, obra culmen de la escultura barroca castellana.

 

Los órganos

 Los órganos de la antigua Catedral fueron trasladados al coro de la Catedral gótica, a pesar de haber quedado bastante deteriorados tras la revuelta comunera. Con diversas reparaciones y modificaciones se mantuvieron hasta principios del siglo XVIII, cuando se decide su sustitución. Los órganos que hoy podemos contemplar son obras de la familia Liborna Echevarría. El del lado de la epístola, de principios del siglo XVIII, es un órgano de tipo español que forma parte de la historia de la organería castellana, tanto por su antigüedad y calidad como por su autor, Pedro de Liborna, nombrado Organero del Rey. El del lado del evangelio es una obra posterior, de hacia 1769, que elaboran los descendientes de Liborna Echevarría, Pedro Manuel y José.

 

 

Tapices

 Se puede mencionar una interesante colección de tapices del siglo XVII, hoy repartidos por diversas dependencias del templo. Destacan dos conjuntos: el primero, que narra la historia de Zenobia, reina de Palmira, elaborado en Bruselas por Geeraert Peemans. El segundo, tejido por los hermanos Van Bruston, narra la historia de Cneo Pompeyo Magno y está confeccionado a partir de cartones de Antoine de Sallaert.

 

El archivo

 El archivo de la catedral ha sabido custodiar, como pocos, miles de documentos relativos al templo, así como una muy importante colección de incunables, entre los que cabe señalar el Sinodal de Aguilafuente y el Expositiones nominum legalium, las primeras obras impresas en la Península.

 

El retablo mayor y el trascoro, obras neoclásicas

En 1767, el Cabildo se dirige al rey Carlos III con el fin de solicitar permiso para hacer el retablo. El monarca dispuso que se costease el mismo con los bienes incautados a los jesuitas. El italiano Francisco Sabatini, arquitecto real, autor entre otras muchas obras de la Puerta de Alcalá de Madrid, presentará sus modelos al monarca, comenzando el retablo en los talleres del Palacio Real de Madrid.

 

Morfológicamente, el retablo se curva adaptándose a la cabecera. Las arquitecturas del banco, cuerpo central y ático se labran en mármoles de colores y se adornan con bronces. El cuerpo central posee cuatro columnas jónicas y una hornacina central que acoge la imagen de la Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Paz y las de los conocidos santos segovianos San Geroteo, primer obispo de Segovia, y San Frutos. En el ático encontramos el anagrama de la Virgen dentro de un tondo de nubes, rayos y angelotes, junto a los hermanos de San Frutos: San Valentín y Santa Engracia. A excepción de la Virgen, todas las figuras fueron talladas en madera estucada en blanco por el escultor riosecano, formado en Roma, Manuel Adeba Pacheco. La imagen de la Virgen con el Niño es una obra gótica del siglo XIV, que se reutiliza vistiéndola con ropajes de plata. La tradición cuenta que la Virgen fue un regalo de Enrique IV a la Catedral.

 

Para dotar de mayor iluminación al retablo, Sabatini retiró las vidrieras de color sustituyéndolas por vidrios incoloros. También para resaltar su obra intentó estucar las paredes, hecho que el Cabildo le prohibió. Este importante retablo de inicios del Neoclasicismo, frente a los grandes conjuntos barrocos, es planteado por Sabatini como obra de menor tamaño, pero más proporcionada que aquellos, con mármoles y bronces que sustituyen a la madera dorada y policromada.

 

Para la decoración del trascoro, el Cabildo vuelve a entablar contacto con el rey, pidiéndole en esta ocasión el retablo de mármoles de la capilla del Palacio de Riofrío. Este retablo, obra de Hubert Dumandré, debía completarse para ocupar todo el espacio entre pilares. El proyecto lo redacta Juan de Villanueva, siendo materializado por Ventura Rodríguez y Juan de la Torre y López.

 

El retablo consta de un cuerpo central en cuyo nicho se recogen las reliquias de San Frutos. Coronan el conjunto las esculturas de San Pedro, San Pablo y la Santísima Trinidad y a los lados, las efigies de San Felipe y Santa Isabel. En los nichos se dispusieron las esculturas de los cuatro Evangelistas, todas ellas de madera estucada en blanco. Protege la capilla una sencilla reja del segoviano Félix Egido, forjada en 1793.