Tanto los Lusitanos como los Vettones vivían en concentraciones de población llamados castros.
Los castros eran ciudades amuralladas situados en zonas de difícil acceso, cerca de ríos, para facilitar su defensa.
A medida que la construcción de los castros va avanzando se van haciendo más grandes, perfeccionando sus murallas y organizando las casas en barrios. En su interior conviven con los animales, que se situaban en espacios sin construir habilitados para ellos.
Las casas eran de tipo circular o rectangular de una sola planta y estaban construidas en piedra, con techos de madera, barro o ramas. En el centro de las casas se encontraba el fuego en torno al que se configuraba el hogar. A lo largo de una de las paredes de la casa se colocaba un banco corrido donde poder sentarse.
Para protegerse, en el exterior de los castros, cerca de las puertas de entrada, se colocaban una serie de piedras en punta clavadas en el suelo denominadas “piedras hincadas” que hacían de defensa natural, porque evitaban el avance rápido tanto a pie como en caballo de los asaltantes.
Las murallas tenían diferentes puertas de acceso al interior del castro, y éstas se realizaban siempre de dos maneras, o en embudo, o en esviaje. De esta manera conseguían que la entrada tuviera que hacerse de manera casi individual, evitando así el ataque masivo.