Rituales funerarios durante la Edad Moderna: análisis de los platos y cuencos de sal funerarios de Quintanalara

El ritual funerario desde el siglo XVI y hasta los inicios del siglo XX se ayudó durante las exequias de platos y cuencos de sal, pervivencia de una tradición pagana que fue asimilada por el cristianismo hispano, en contextos tanto rurales como urbanos, y que encuentra referentes asimismo en Inglaterra, Escocia e Irlanda. Del mismo modo que el sacramento de la penitencia perdona y cura los pecados del alma –la denominada “sal de penitencia”–, la sal evita la descomposición del cuerpo y su hinchazón. La materialización de esta creencia en el ritual funerario consistía en depositar un recipiente de sal sobre el fallecido con el fin de impedir que el espíritu regresase al cuerpo, favorecer el tránsito al más allá o alejar, en definitiva, a las fuerzas del mal.

El hallazgo de un conjunto de estos materiales en el entorno de la iglesia de San Pantaleón de Quintanalara ha servido para profundizar desde la Arqueología en esta práctica ritual. Para ello se planteó una intervención que, por un lado, permitiera contextualizar los hallazgos en relación al templo parroquial y sus espacios funerarios; y, por otro, acotar cronológicamente el ritual y caracterizar sus elementos asociados.

Ante la falta de información sobre la iglesia se realizó un estudio sobre las fábricas desde la perspectiva de la Arqueología de la Arquitectura, acompañado de un rastreo documental que ha permitido establecer las fases constructivas básicas que arrancan desde la Baja Edad Media.

Uno de los sondeos, en el encuentro de la nave norte y la torre, nos ayuda a entender el ciclo formativo del antiguo osario, a partir del siglo XVIII y hasta la primera mitad del siglo XIX, con platos y cuencos de sal que depositados junto a los cuerpos, constituyen una singular expresión de cómo se concebía la llamada “muerte barroca”. El conjunto allí recuperado permite diferenciar producciones de loza fina y entrefina y cerámica común, que se utilizaban quizás en función del estatus social, a veces con huella de uso y otras con defectos de producción.

Entre las lozas dominan las jícaras y los platos de inspiración talaverana con motivos de la palma o “plantón”, no faltando producciones aragonesas procedentes de los alfares de Villafeliche. Entre la cerámica común abundan los cuencos y escudillas vidriados, de origen más difícil de determinar por tratarse de producciones locales.