Tiempo de fiesta - Mascaradas de Castilla y León

MASCARADAS DE CASTILLA Y LEÓN

CASTRILLO DE MURCIA

El Colacho

Semana del Corpus Christi

5 días

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La localidad de Castrillo de Murcia se halla a los pies del cerro de Santa Bárbara, desde donde se otean amplios horizontes cerealísticos. A media ladera y en lugar dominante, la iglesia de Santiago Apóstol recuerda que estamos en ruta jacobea. Se trata de una iglesia de estilo gótico tardío, obra de los siglos XV -la cabecera- y XVI –el resto-, de tres naves, de airosa torre, en cuya escalera interior trabajó Hernando de la Maza. El presbiterio está realzado con un excelente retablo barroco del siglo XVII, atribuido a Policarpo de Nestosa, con escultura de Juan de Pobes. Bajo la amplia barbacana que encierra el sagrado, se halla enclavada la sede de la Cofradía del Santísimo.

El recorrido de vueltas y de procesión se realiza siempre por el mismo recorrido, en el cual está incluido el solar en el que cuentan estuvo la iglesia de Santa María, hoy desaparecida, las proximidades del arco de entrada a la localidad, con hornacina en su cimera y el antiguo hospital de peregrinos, también con hornacina, situado frente a la iglesia y junto al Ayuntamiento.

El domingo, día del Corpus, y tras el nombramiento de entrantes, se va en procesión cívica a la era de S. Juan, próxima a la zona de las bodegas, donde se lee el pregón en versos rememorando la fiesta y actúa un grupo folklórico. Es aquí donde también se da la última colación. Antiguamente los que danzaban eran los propios cofrades y se entraba a las bodegas a degustar cordero y vino.

Vísperas: En el local de la Cofradía, en el que se encuentra bien ordenada la indumentaria, se visten el Colacho y el Atabalero y se ponen sus capas los Amos o Priores y el Secretario de la Cofradía. Con rigidez horaria aparecen delante de la puerta y precedidos del Colacho se dirigen a la inmediata iglesia al son del atabal, que cierra el cortejo; ante las escaleras de la iglesia, se adelanta el Atabalero, se descubre y dice: “Buenas tardes tengan ustedes, señores hermanos“, dejándolos pasar delante en dos filas. Colacho, sin máscara por respeto al Santísimo, y Atabalero ocupan su lugar en un arco situado en el presbiterio, al lado de la Epístola, mientras Amos y Secretario lo hacen en el primer banco del lado del Evangelio, dejando sus sombreros sobre el mismo. Sale el Sacerdote y precedido por el Atabalero y Colacho que hacen retumbar terrañuelas y atabal, lo acompañan al coro. Empieza el canto en latín de las Vísperas, con las sucesivas idas y venidas al coro y al altar del Sacerdote, siempre acompañado de tan singulares acólitos, para incensar el altar y al canto del Magnificat.

Al terminar las Vísperas, entran todos a la Sacristía. El Sacerdote deja sus vestiduras talares para ponerse capa, como Abad de la Cofradía, y salen todos, sin ningún símbolo religioso, a dar la “vuelta por las calles”.

Vuelta por las calles: Siempre sigue el mismo protocolo, precedidos por el Colacho que toca terrañuelas y al ritmo del Atabalero, que cierra la marcha, caminan en silencio, en dos filas, el Abad, los Amos y el Secretario. Frente al comedimiento y seriedad de esta parte de la comitiva, adelante todo es ruido, carreras y golpes, pues grupos de jóvenes están provocando sin cesar al Colacho e insultándolo –“Colacho, cara de macho”-; éste, que parece impertérrito dentro de su máscara, cambia de improviso el sonido hueco de sus terrañuelas por la veloz carrera y el uso del zurriago. A lo largo del recorrido, se puede observar que en tres lugares -solar donde estuvo la desaparecida iglesia de Santa María y hornacinas con imágenes de la Virgen en el Arco y en el antiguo Hospital- Abad, Amos y Secretario, se quitan el sombrero y dirigen una mirada hacia ellos en homenaje y devoción. La vuelta termina en el local de la Cofradía, al que acceden en primer lugar Abad, Amos, Secretario y Atabalero, cerrando la marcha el Colacho. Estas vueltas y “corridas” -por las carreras del Colacho sobre la chiquillería-, se repiten siguiendo las horas de los rezos monacales: Maitines, Laudes, Prima, Tercia, Sexta, Nona, Vísperas y Completas.

Procesión del Domingo de Corpus: Es la que más atrae al público. Antes de que empiecen las Vísperas que preceden a la procesión, los balcones de la localidad se encuentran engalanados con colgaduras, banderas o colchas, adornadas con lazos y flores. Al mismo tiempo, en distintos lugares del recorrido han surgido altares improvisados, con sábanas, manteles, flores, candelabros, alguna imagen y, aunque se está perdiendo en los últimos años la costumbre, nunca faltaban espigas, vino y agua, símbolos eucarísticos y quizás algo más. Cerca de ellos, en el asfalto, se han situado colchones con sábanas, colchas y almohadones todos blancos, símbolo de pureza. En realidad, conocidos los niños que se van a situar en colchones, se hace una distribución de los mismos por las calles y al lado se sitúa un altar. A medida que se acerca la hora, la gente se agolpa en las calles, cerca de esos colchones.

El toque de Vísperas saca del local de la Cofradía el usual cortejo, que se dirige a la iglesia, ya llena de gente. Terminado el rezo de Vísperas, a la salida del templo, da comienzo la procesión, con dos novedades: por una parte, hay dos Colachos, el del año y el entrante, que le va a ayudar, especialmente manteniendo el orden en la procesión y en los saltos para que nadie los interfiera, aunque también realiza ya algunos saltos; la otra, la aparición de Danzantes, o Danzadores, como dice la documentación antigua, quienes van a bailar exclusivamente al son del atabal y siempre con las manos en la cintura.

La procesión la encabeza uno de los Colachos, al que siguen los cuatro grandes estandartes de la Cofradía, los devotos con velas encendidas, los Danzantes que no paran en su ritmo, los niños de comunión, la Junta de la Cofradía con sus capas, el Atabalero, las autoridades y, cerrando la procesión, la Custodia bajo palio. El otro Colacho se inserta dentro de las filas, moviéndose arriba y abajo. Nada más bajar las escaleras de la iglesia, en la plaza del Ayuntamiento, ya hay varios colchones en el suelo y un altar instalado. Las madres han situado a sus recién nacidos; unos duermen plácidamente, otros lloran, otros se mueven inquietos. Uno de los Colachos se sitúa cerca para apartar a los que se acercan demasiado; el otro calcula el salto y lo ejecuta con limpieza, uno tras otro, para seguir hacia delante. El Sacerdote, que se había arrodillado ante el improvisado altar, se levanta, se dirige a los niños y los bendice con la custodia. Después, antes de proseguir la procesión, acaricia las espigas y prueba el vino y el agua.

Este ritual se repite muchas veces a lo largo del recorrido antes de entrar en la iglesia, así como el protocolo de los rectores de la Cofradía de levantar sus sombreros al llegar a los tres espacios sagrados, a los que ahora se suma la ermita de San José, en la que entran. Terminada la procesión, se reúnen en secreto la Junta rectora de la Cofradía, para nombrar nuevos miembros entrantes. Entonces se produce la llamada “vuelta de llamada”: salen sólo Colacho y Atabalero para dar una vuelta rápida por el pueblo con el fin de avisar a los Cofrades que suban a la Casa de la Cofradía para asistir al nombramiento de los entrantes. Se hace el nombramiento público. Luego, los Cofrades felicitan a los nuevos cargos con la fórmula: “Con salud cumplas el cargo”, a lo que ellos responden “Y tú que lo veas”. Después se hace la Procesión Cívica. En ella todos los hermanos visten capa, yendo protocolariamente hacia la era. Aquí lee el pregón de fiesta en coplas el Atabalero o aquel al que él designe.

Colaciones: Estas colaciones a los cofrades tienen su razón de ser en la tradición documental, pues, como hemos visto, son numerosas las citas en los libros de cuentas sobre estos refrescos (Ver Documentación). Por norma, se establecen en dos ocasiones, con motivo del Domingo de la infraoctava del Corpus y con motivo de la elección de oficiales, que actualmente coinciden. A pesar de la moderación de gastos en refrescos que se solicitan en Visitas pastorales, como las de 1761 y 1767, han llegado a nuestros días. Si antiguamente se repartía pan y vino -éste la mayor parte de las veces de la cosecha propia de la Cofradía, que poseía tierras y viñas-, hoy en día, en la colación de la mañana se reparten orejuelas y vino y en la de la noche, pan, vino y queso.

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