Al cruzar el umbral de la puerta, esta sencilla iglesia –similar a tantas otras levantadas a finales del siglo XV, aunque sus raíces se localizan algunos siglos atrás– se torna en un espectáculo tan valioso como desconocido. Gracias a una reciente restauración que descubrió sus murales, el edificio luce hoy como lo hiciera en el siglo XVI. El testero y los muros del presbiterio aparecieron cuajados de pinturas, coronadas figurada y literalmente por con una bella armadura ochavada.

El conjunto pictórico se extendió por los tres muros de la capilla mayor. Su discurso iconográfico es independiente en cada uno de los lienzos, aunque la organización y distribución es prácticamente simétrica desde el centro hacia los laterales. El testero está ocupado por un retablo fingido articulado en tres calles, dos cuerpos, banco, basamento y un amplio guardapolvo, recordando formalmente a una de las tipologías más comunes de la retablística de la segunda mitad del siglo XV, aunque el lenguaje ornamental es aquí ya plenamente renaciente. El banco está habitado por bustos de personajes masculinos en los que reconocemos a San Marcos, San Juan, San Lucas, San Pedro y San Pablo. Y en los encasamientos del retablo se abordan distintos capítulos de la infancia de Cristo y la vida de la Virgen: Anunciación, Nacimiento, Epifanía, Huida a Egipto, Presentación en el Templo y Asunción de María.

Por su parte, en los muros laterales la narración da comienzo en el lado de la Epístola articulándose el paño en tres registros, el inferior a base de arquillos y los otros dos con escenas de la Pasión de Cristo (Oración en el huerto y Prendimiento) y pasajes de las vidas de Santa Catalina, Santiago, San Martín o San Lorenzo. Gemelo a este es el muro de la izquierda, aunque en él todos los recuadros aluden a distintos momentos de la Pasión, destacando la Crucifixión y el Llanto sobre Cristo muerto, realizados mediante la técnica del esgrafiado. Ambos paneles van precedidos de figuras de santos, de cuerpo entero, recogiendo algunas de las devociones populares más habituales: Santa Bárbara, Santa Águeda, Santa Lucía o Santa Apolonia.