Entrada de la infanta doña Blanca de Navarra en Briviesca

En la Edad Media las entradas de los reyes y personajes importantes en una localidad solían ser ocasión de grandes festejos en los que mostrar la fidelidad al soberano o solicitarle mercedes y privilegios. En ellas participaba toda la población agrupada en estamentos, gremios, o, como en este caso, las minorías religiosas, para las que se trataba de una de las pocas veces en que podían demostrar públicamente su creencia.

Una de estas entradas tuvo lugar en 1440 en Briviesca, donde toda la ciudad, encabezada por su señor el conde de Haro, recibió a la infanta doña Blanca de Navarra que venía a Castilla para casarse con el futuro rey Enrique IV.

La princesa doña Blanca, su madre la Reina, su hermano el príncipe don Carlos… y un séquito de dignatarios eclesiásticos y caballeros de los reinos de Aragón y Navarra llegaron también… Siguieron por el camino de Briviesca, donde se prepararon festejos para ellos y todos [los habitantes] de la ciudad los recibieron con gran solemnidad. Los gremios acudieron  con sus estandartes y sus parodias teatrales, en la mejor manera posible; y con grandes danzas, fruición y alborozo. Tras ellos desfilaron los judíos con la Torá y los moros con el Corán, [bailando] al modo normalmente reservado para [la entrada de] los reyes soberanos en su país extranjero. Había también trompetas numerosas, panderos, tambores y tocadores de flauta, que tal ruido producían que pareciera que una multitud inmensa los acompañara. Al arribar a la ciudad todos juntos, escoltaron a la Reina y la princesa al palacio del Conde.

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