Murallas de Ávila

Las murallas de Ávila son un magnífico exponente de la arquitectura militar castellana de la Plena Edad Media. Altos lienzos, cubos semicirculares y ultrasemicircuares, puertas de acceso directo flanqueadas por torres y defendidas con variados dispositivos de tiro vertical proporcionaron a la ciudad durante el medievo no sólo una eficaz defensa sino también una imagen simbólica de seguridad, poder y dominio, reflejo material de la élite que la gobernaba: nobleza y clero.

Pero en el mantenimiento de tan alto y fuerte símbolo urbano estaban obligados a participar todos los estamentos y grupos de la ciudad: unos con sus armas, otros con su dinero, otros aportando materiales y otros, a la postre, con su trabajo. Es el caso de los musulmanes, quienes, al menos durante la Baja Edad Media, fueron los encargados de poner físicamente sus manos en las tareas de mantenimiento de los muros.

De su participación en la obra material de las murallas han quedado huellas tangibles en varios elementos, propios todos del arte islámico en tierras de Castilla, como son los frisos de ladrillos en esquinilla en la parte superior de las torres, por debajo de la merlatura, y los abocinamientos de arcos de ladrillo encuadrados en alfiz, en los accesos desde el camino de ronda al interior de las torres. Se conservan especialmente en el ángulo noroeste del recinto, aunque por testimonios aislados en otros puntos sabemos que debió ser recurso decorativo común en todo su perímetro. Lamentablemente, las pérdidas provocadas por el paso del tiempo y, también, por diversas restauraciones llevadas a cabo durante los siglos XIX y primera mitad del XX, que no respetaron estos aportes, terminaron por conferir a la muralla de Ávila un aspecto mucho más uniforme del que sin duda tuvo al lo largo de su historia.

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