EDAD MODERNA

Este periodo comprende desde 1502 a 1808. La incorporación de San Pedro de Cardeña a la Congregación de San Benito en Valladolid, a inicios del s. XVI, trajo consigo una renovación total del cenobio burgalés. Al frente de cada abadía se colocó a un abad competente, centrado en la aplicación de la reforma desde criterios más racionales y personalizados. A partir de ahora, la comunidad no puede exceder de 30 monjes. Surgirán nuevas vocaciones y de más calidad. Tras la toma de posesión de Juan de Belorado, los abadiatos serán trienales y con derecho a repetición.

Durante el gobierno de Juan de Belorado (1505-1523) Cardeña siguió con sus problemas y pleitos sobre el ganado, el pasto y la explotación hidráulica del Arlanzón. Las mayores pugnas fueron con el Cabildo de la Catedral de Burgos y con el Concejo de la ciudad, lo que no impidió que éste se reuniera en 1505 en el monasterio en varias ocasiones ante los problemas de contagio de la peste que había en Burgos. En esta etapa se realizará la edición de la Chronica del famoso cavallero Cid Ruy Diez Campeador[1], llevada a cabo por el infante Fernando de Austria y Cardeña será sede de varios capítulos, en 1515 y 1517, de la Congregación de San Benito.

A Juan de Belorado (1524 - 1550) le sucedió Fray García de Medina, que falleció al poco tiempo, saliendo elegido Fr. Lope de Frías (1524-1550).  Educado a la sombra de López de Belorado, con excelente formación intelectual, unida a su capacidad para la hospitalidad y la pastoral, se ocupó de atender feligreses y párrocos solventando con acierto los diferentes pleitos de pesca y pasto.

Durante este abadiato, los litigios fueron con poblaciones colindantes (Villafranca en 1525, Modúbar en 1543) y más lejanas (con Lerma por la Dehesa de Cardeñuela en 1540) por reclamar el censo a los usuarios. Asimismo, asistió como observador a diferentes pleitos civiles y eclesiásticos (una canonjía en la catedral en 1521, Concejo en Amaya en 1547 sobre la propiedad jurisdiccional de Rezmondo).

En 1541, el abad con el apoyo de la comunidad, trasladó el sepulcro del Cid[2]. Enterado el Condestable y, advertido por el mismo rey Carlos I, el abad se vio obligado de inmediato a devolverlo a su espacio original. Este singular hecho indica el interés del mismo emperador por el héroe, de ahí que su hijo Felipe II solicitara a Diego Hurtado de Mendoza el inicio de su proceso de canonización, junto con el de los 200 mártires.

En la primera mitad del s. XVI, en 1542 y 1549 se celebró el Capítulo General de la Congregación en Cardeña, lo que revela la importancia del cenobio.

La preocupación documental de Lope de Frías quedó reflejada en varias obras literarias como el Libro de la Fundaçión y dotaçión del monasterio de Sant Pedro de Caradigna, al que hay que añadir el de su archivero, Fr. Andrés de Frías, Libro de la fundación y bienhechores deste insigne monasterio de Sant Pedro de Karadigna (1587).

En la segunda mitad del s. XVI el dominio de Cardeña se vio envuelto en varios litigios de jurisdicción (con los pueblos colindantes por el Monte del Cepo, vinculado al monte de Cardeña; con Isabel de Osorio por una concesión de Felipe II sobre los terrenos de Saldañuela; con el cabildo burgalés; con la ciudad de Burgos en 1593 por "las casas del Cid"). Por otra parte, el cenobio siguió desempeñando un papel relevante en la Congregación, celebrándose el Capítulo General en 1551, 1555, 1578 y 1587.

A instancias de Cristóbal Vela, arzobispo de Burgos, en 1589 se presentó de nuevo en Roma la documentación acreditatoria para la canonización de los 200 mártires, al tiempo que Fr. Gaspar de Medina, antiguo abad de Cardeña, era nombrado Procurador General en Roma.

El interés general por este asunto fue tal que Felipe II visitó el monasterio y veneró solemnemente las reliquias de los mártires y del Cid el 30 de octubre de 1592. El reconocimiento de Roma no llegaría hasta 1602, cuando el papa Clemente VIII dispuso que los mártires fueran incluidos en el martirologio universal[3], tras varias gestiones del Cabildo de la Catedral, Arzobispado, Congregación de San Benito y comunidad. El abad Fr. Gaspar de Medina comunicó la noticia al Concejo de la ciudad, al Condestable, al duque de Lerma y al rey Felipe III, cuya corte ahora estaba en Valladolid. De todos ellos obtuvo importantes aportaciones económicas. La celebración tuvo lugar en la Catedral de Burgos el 6 de agosto de 1603, presidiendo el arzobispo Antonio Zapata y Cisneros yendo en procesión hasta el monasterio.

El acto vistió de gala a toda la ciudad, incluyendo festejo taurino. La Corte comunicó a todas las ciudades la celebración de este evento en toda la cristiandad, acentuando el carácter de gesta antimorisca[4]. El rey Felipe III y su mujer, Margarita de Austria, participaron de la fiesta en Cardeña en 1605. 

Durante el s. XVII la abadía mantuvo el nivel de exigencia y orden, especialmente con las peticiones de ingreso, 2-3 monjes por año. El número total rondó siempre los 30, salvo en ocasiones excepcionales. La fiesta de los Mártires se convirtió en un reclamo para los diferentes reyes y nobles que visitaban el cenobio y eran obsequiados con reliquias como sucedió con Felipe IV en 1621 y con Carlos II en 1679[5]. Estos encuentros eran aprovechados por el abad para obtener algún reconocimiento o confirmar los privilegios de antaño como el de Enrique IV.

Aparte de los litigios habituales con los propietarios o usufructuarios surge un nuevo contrincante: el Concejo de la Mesta. Una cordada discurría por tierras de la Cartuja de Miraflores y pasaba junto a la cerca del monasterio en dirección a la Sierra de la Demanda. El nuevo propietario tenía el derecho a una vasta servidumbre de paso para los ganados del Concejo, mientras que el cenobio solía impedirlo.

Por otra parte, el monasterio firmó un acuerdo de hermandad con Miraflores en 1609, celebrándose la fiesta de San Bruno en el monasterio a partir de esta fecha. En 1637 contó con la presencia de Antonio de Castro, conde de Lemos.

El paso al siglo XVIII se estrena con Felipe V mientras que el dominio de Cardeña logra ratificar en 1703 el privilegio de Enrique IV. No obstante, el mismo Felipe V reclamaría a Cardeña, como fundación regia, la facultad de regalía en 1735.  Durante este siglo el cenobio burgalés será presidido por uno de sus abades más ilustres: Francisco de Berganza, conocido por Antigüedades de España. Fue elegido abad general en 1725. Otros monjes del monasterio desarrollaron profesiones civiles como la arquitectura (Pedro Martínez) o la pintura (Tomás Cordón). Algunos de los profesos ilustres enriquecieron con su dote la biblioteca como Juan Sopuerta y Berganza.

En 1747, al inicio del reinado de Fernando VI, llegaba la resolución regia a favor de Cardeña al antiguo litigio con la Cartuja de Miraflores, recientemente recrudecido por una demanda de los Cartujos. Otro litigio significativo, esta vez con el Concejo de Burgos, se libró entre 1784 - 1788 por el monumento al Cid colocado en el Solar del Cid, en el que la abadía logró que se incluyera su escudo, puesto que estas casas se las había dado a censo al Concejo en 1593. 

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