EXPANSIÓN DEL DOMINIO

El periodo de expansión de Cardeña abarca desde el 995 a 1109. Tras la muerte de Garci Fernández, su hijo Sancho García (995-1017) orientará sus preferencias hacia el nuevo monasterio de San Salvador de Oña, fundado por él mismo en 1011. El dominio ya no se expande como antes, sin embargo consolida su posición en el alfoz de Burgos (Villafría y valle del Vena), gracias al abad don Pedro, nombrado obispo de Burgos y gran benefactor del cenobio.

El sucesor de Sancho García fue asesinado al poco tiempo de tomar posesión, dando paso en el control del condado a su cuñado Sancho III el Mayor de Navarra. Con él siguió el apoyo al nuevo cenobio, así como a San Millán de la Cogolla. En 1032, Cardeña recibió la donación del monasterio de San Miguel de Juarros y todo su alfoz.

Tras el rey navarro, Cardeña volvió a expandirse por el condado castellano, gracias a Fernando I y al ascenso del abad Gómez en 1038. En este período se amplían las donaciones con la anexión del monasterio de San Martín de Modúbar y sus decanías (Santa Mª de Modúbar, San Julián de Villagonzalo y San Miguel de Pinilla). El nuevo abad Gonzalo y el rey realizan una importante permuta de terrenos y edificios en la ciudad de Burgos (monasterio de San Lorenzo) por terrenos en la zona de San Sadornil. En el horizonte próximo de este entendimiento se encuentra el establecimiento de la sede episcopal en la ciudad de Burgos (1075), que se consumará con el nombramiento del abad Gómez como obispo de la ciudad. Sucesivas donaciones al monasterio, como en 1050 de propiedades en Villariezo de los sobrinos del propio Gómez, gozarán del privilegio de inmunidad a la abadía, otorgado por Fernando I el 1 de julio de 1042.

Esta afinidad tan acusada, en un tiempo en el que los reyes favorecen especialmente al monasterio de San Pedro de Arlanza, y la contradicción en las fechas, han suscitado sospechas entre los investigadores, demostrando el carácter espurio de no pocos documentos de concesión de privilegios o donaciones: 18 julio de 1045 (donación de la villa de Villafría, Orbaneja-Riopico, San Martín de la Bodega, monasterio de San Adrián y San Vicente), 23 de marzo y 31 de agosto de 1050 (sobre el monasterio de San Martín, próximo a Villabáscones, y sobre derechos en iglesias de Burgos que ya poseía desde antes) y otras donaciones de 1052, 1053 y 1054 [1].

El hijo de Fernando I, Sancho II, confirmó en 1069 los poblamientos de Cardeña comenzados años antes (Burgos, Escobilla, Villagonzalo, Villamunapa…), a la vez que concedió poblar otros lugares, exceptuando las tierras de realengo. Otro de sus hijos, Alfonso VI, sucesor a su vez de Sancho II en el reinado de Castilla, otorgó un impulso importante a la actividad colonizadora en el valle del Pisuerga, gracias a la donación en 1073 del monasterio de Santa Mª Rezmondo y sus iglesias, por parte del magnate Bermudo Sendínez y de un clérigo, en 1082, del monasterio de Olmos de Pisuerga con sus bienes y heredades. Finalmente, Alfonso VI entregará el núcleo realengo de Cardeñajimeno y el monasterio de Santa Olalla de Cabuérniga en Cantabria en 1090.

Este período de expansión y apogeo del dominio de Cardeña estuvo gobernado por el  abad Sisebuto (1056-1086), hombre clave en la observancia monástica de sus monjes y en el ascenso de Cardeña en la política eclesiástica[2]. Así lo evidencia su presencia en eventos como el Concilio de Lantada (1067), la Junta general de eclesiásticos en Burgos (1071), la designación de la iglesia de Gamonal como sede de la diócesis de Oca (1074) o el Concilio de Burgos (1080-81) y la frecuente celebración de asambleas eclesiásticas en el propio cenobio cardeniense como la del 2 de junio de 1065, con la presencia del obispo de Palencia, Burgos y los abades de Silos y Oña o en 1079 en la celebración de S. Benito con todos los abades burgaleses.

El esplendor de la abadía alcanzado a finales del s. XI jamás será superado en expansión territorial. Cardeña aglutina todo el poder eclesiástico al ser la residencia habitual de abades y obispos. Su dominio tiene una fuerte orientación agraria (cereal, huerta, vino y ganado), a la vez que consolida sus posiciones salineras (Poza y Aguilar). A pesar del aparente control absoluto, la investigación pone en duda la ingente cantidad de exenciones fiscales otorgadas desde la Corte.

A mediados del s. XI el señorío tiene la capacidad de ejercer en el gobierno civil, legislativo y potestad judicial sin intervención necesaria por parte de los funcionarios reales. La lejanía del temor islámico, ahora confinado en el sur, permite que, territorialmente, el monasterio esté constituido por la reserva y el manso.  Los habitantes se han convertido en vasallos que pagan sus tributos y multas, cuya recaudación llega a las arcas cenobíticas. Esta capacidad de gestión hace pensar en Cardeña como una abadía de la borgoña francesa. El proceso de benedictización, incoado por Alfonso VI y orquestado desde la abadía de Cluny, sacó a este cenobio visigodo de su arcaísmo.

La misma suerte tuvieron prioratos cluniacenses como el de San Zoilo en Carrión, San Isidoro de Dueñas o el autónomo de Sahagún. Los cenobios del reino de León y de Castilla (Cardeña, Oña, Arlanza y San Millán de la Cogolla) que se encuentran en lo más alto del escalafón monástico hispánico, constituyen una unidad, bajo la regla de San Benito, muy beneficiosa para las aspiraciones políticas de los reyes [3], bajo la regla de S. Benito.

Sin embargo, el dominio de Cardeña, tendrá un plus que sabrá explotar oportunamente: el traslado desde Valencia del cuerpo del Cid Campeador y su enterramiento en 1102. Este hecho supuso para Cardeña un reconocimiento universal, constituyendo el núcleo de un aparato legendario que mezclará lo histórico con la exaltación, rayando la canonización del héroe hasta bien entrado el s. XIX.

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