Tiempo de fiesta - Mascaradas de Castilla y León

MASCARADAS DE CASTILLA Y LEÓN

LLAMAS DE LA RIBERA

El Antruejo

Domingo Gordo

Por la tarde

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Hablar de Llamas de la Ribera es hablar de agua. Agua que se hace vergel. En efecto, no sólo es el lugar en el que nace el río Órbigo, es también en el que se unen el Luna y el Omaña. Por ello, desde la antigüedad, estas tierras estuvieron habitadas, buscando la fertilidad de sus tierras y el agua generadora de vida y de riqueza. Todo el entorno es de cultivos intensivos de regadío, con atención especial al cultivo del lúpulo y a las plantaciones de choperas.

En Llamas de la Ribera no hay desfile de máscaras. No hay esa organización que es contraria al espíritu auténtico del Carnaval. Por la tarde, desde las cuatro, se pueden ver algunas portaladas abiertas, donde miembros de una misma familia se están vistiendo ayudándose unos a otros en esos amplios patios interiores; otros lo hacen en la intimidad de sus casas. Como en un resorte, en torno a las cinco, empiezan ya a pulular por las calles, corriendo, gastando bromas a la gente, pellizcando con las tenazas, dando vejigazos, metiendo miedo. Todos saben que el punto de encuentro es en la plaza de la iglesia, “donde toda la vida”, en que se esperaba que se saliera del rosario para empezar la fiesta. Y aquí también se acumulan los espectadores, sabedores que es el punto neurálgico de la fiesta.

Algunos Guirrios intentan con inofensivos, aunque sonoros vejigazos, abrir el corro, para que tengan cabida todos los disfrazados. Llaman la atención los enormes abanicos que lucen las máscaras de los Guirrios y los emblemáticos trajes de las Madamas, con un rico ajuar de joyería popular. Provocan una sonrisa los Madamos, también con faldas y mantillas, cubriendo su cara con un paño de ganchillo y luciendo como alhajas collares de castañas de indias o relicarios hechos con latas de sardinas. Asombran la aterradora doña Rosita, el Gomio, la Gomia o el terrorífico Caretón. El Toro, aquí, anda a su aire, pero en León no hay mascarada que se precie sin fertilizante Toro. Pero también aparecen los Carneros, animal siempre ligado al mundo de la brujería y de la fertilidad. Y numerosos “antruejos”, donde cada uno se viste de lo que quiere. Es peligroso para los hombres ensimismarse demasiado, pues tras el inofensivo disfraz de hojas de maíz de la Gallina Tocahuevos, está quien hace honor a su nombre en sentido estricto y literal.

Empieza a sonar la música de flauta y tamboril; son músicas tradicionales, a base de los bailes llano y jota. Las primeras en lanzarse al baile en dos filas son las Madamas, mientras el resto de personajes siguen haciendo lo que quieren y meterse, de forma agradable y festiva, con los espectadores. El Madamo anda a la caza del clásico solterón local que no se ha disfrazado; en un abrir y cerrar de ojos le coloca en un bolso el “cachumbo” y, conforme a la tradición, ya tiene quien le pague la consumición en el bar de la esquina. Y no falta nunca también el clásico recuerdo a la vida tradicional local, con representaciones de años ha, como la de una boda tradicional, con novios e invitados en plan burlesco o, como en el 2011, la llegada de un carro de buhonero, donde se podía comprar desde sartenes a un cerdo.

Poco a poco, los Guirrios empiezan a despojarse de sus máscaras y abanicos y empiezan a formar parejas en el baile con las Madamas. Sigue el baile y la juerga de antruejos. En un momento dado, la música se interrumpe, para que el Presidente de la Cofradía hable. Desde hace algunos años, se produce el nombramiento honorífico de Guirrio de Honor en personas de relevancia que destacan en distintos ámbitos de la vida local o de la Comunidad. En el año 2011, le ha correspondido el honor al Director del Museo Etnográfico de Castilla y León, D. Carlos Piñel. Tras una pequeña glosa de su figura, el Presidente le entrega el galardón al homenajeado. Prosigue la música y la danza entre Guirrios y Madamas entre el pulular de los disfrazados. De nuevo se detiene la música para que el buhonero de este año y un Madamo canten las Coplas de Carnestolendas, composición hecha entre varios vecinos, donde se resumen aspectos de la vida nacional y, sobre todo, local, con referencias explícitas a determinados vecinos y vecinas, muchas veces de carácter amoroso. Tras la cantilena de las mismas, que provoca risas y comentarios entre la gente local, que conoce todos los aconteceres narrados, vuelve el baile ahora para todos los presentes, mientras se empiezan a repartir dulces tradicionales de la época -frisuelos, orejas y flores- entre los asistentes. Con ello termina la celebración festiva.

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