Morería de Valladolid

En Valladolid la repercusión del decreto promulgado por la reina Catalina en 1412 que establecía la obligatoriedad de los mudéjares a vivir en barrios separados del resto de la población, fue inmediata. En enero del año 1414 la aljama e los omes buenos moros de ella arrendaba a censo perpetuo por 40 florines anuales una huerta propiedad del cabildo de la iglesia de Santa María. En la firma del documento comparecieron, de una parte, una representación de la aljama mora, encabezada por el alfaquí Hamed, y, de la otra, el prior y el cabildo de aquella institución. Se situaba al sur de la villa, delimitada por las tapias del convento de San Francisco al norte, la calle Olleros al este, la ronda de la muralla al sur y la calle de la Puerta del Campo al oeste (lo que son hoy las calles Montero Calvo, Duque de la Victoria, Claudio Moyano y Santiago, respectivamente).

Acordaron que aquella huerta se arrendaba a censo perpetuo a la aljama para edificar en ella moradas, casas, anorias, pozos e otras casas, propiedades que luego pudiesen vender e anajenar, e trocar e cambiar, dar o donar únicamente entre moros o moras. El solar, de planta triangular, se cercó, como obligaba la ley, con una muralla cuya única puerta de entrada se encontraba frente a las tapias de San Francisco, entonces calle del Mercado. El interior se urbanizó de forma regular en torno a dos calles principales de sentido longitudinal de este a oeste (la calle Carpintería y la calle Carnicería o Caminería, llamada más tarde Arcallería), a las que cruzaban las callejas de Buenaño, la de Barriga, la de Carrión, la del almají y la calle del Corrillo. El barrio contaba con servicios propios, como una mezquita, tres mesones y una carnicería donde se pesaba la carne del dicho barrio.

Pero cuando en 1502 se ordenó el bautismo de los mudéjares castellanos, el cabildo de Santa María como propietario del suelo de la morería consideró finalizado el arrendamiento del terreno de su propiedad, al perder sus moradores su condición musulmana y al no estar obligados desde entonces a vivir apartadamente. La amenaza de hacer efectivo el desalojo, se saldó finalmente con el acuerdo de establecer un nuevo contrato, esta vez individual con cada uno de los moradores del barrio, que a partir de ahora pasaría a denominarse de Santa María. Así, los moriscos vallisoletanos siguieron viviendo en su antigua morería un siglo más, hasta su expulsión definitiva en 1610.

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