Tiempo de fiesta - Mascaradas de Castilla y León

MASCARADAS DE CASTILLA Y LEÓN

SARRACÍN DE ALISTE

Los Diablos

1 de Enero

Todo el día

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Sarracín es tierra de paisajes. Enclavada junto a la Sierra de la Culebra, entre enormes pinares que ganan terreno al robledal, tiene vistas hacia todo Aliste. La sierra, de pizarras y canchales de cuarcitas entre las que arraigan reductos de madroños, ha sido la cantera de que se han servido para hacer el pueblo. A pesar de que ahora el ladrillo está desplazando a la piedra, quedan excelentes ejemplos de casas de piedra, con puertas carreteras de magníficas aldabas, muchas con el talismán protector de la cruz. En cambio, nada queda de la iglesia primitiva, sustituida en el siglo XX por una fría y sin personalidad. Aquí, la estación del ferrocarril le trajo un progreso que pronto se esfumó.

Todo el pueblo entra en el desfile de la mascarada, obligada por la petición de aguinaldo. Sus calles huelen todavía a trajín ganadero y agrícola. Son calles de trazado irregular, algunas en cuesta, siempre adaptándose al terreno irregular del piedemonte.

Como en casi todas las Obisparras alistanas, se comienza cuando están saliendo de Misa los vecinos. En ese momento aparecen aullando y saltando el Diablo Grande y el Chiquito, atacándoles con sus tenazas articuladas y con su pica con cuernos respectivamente, provocando que algunos retrocedan al templo. A continuación llegan la Filandorra, con el Niño (un muñeco) en brazos y su supuesto hermano Rullón, bien cargados de ceniza, que pronto queda como huella de su paso en las ropas de los feligreses. Pasado este primer trance, vienen con aire festivo y algunos arrumacos licenciosos el Galán y la Madama, provocando las primeras sonrisas. Detrás les siguen los dos músicos (gaitero o dulzainero y tamborilero) y los dos del Saco, avisando a los vecinos que vayan preparando el aguinaldo. Cierran el cortejo, cosa extraña dentro de las obisparras, el Ciego y Molacillo, su lazarillo, con las consiguientes bromas de lanzar al primero por donde hay agua, baches o contra la pared, divirtiendo a los vecinos. En la plaza de la Fuente es el momento en que de forma arrolladora llegan los Diablos y empiezan a atacar al Ciego, que cae al suelo malherido, sin que Molacillo pueda ayudarle mucho frente a las tenazas y pica de los Diablos; será, al final, el propio Ciego, quien esgrimiendo una cruz consiga alejarlos. Poco resuello le queda al Ciego, a quien no consiguen levantar los cuidados que le da Molacillo; sólo la presencia de alguna buena moza le hará saltar del suelo para arrimarse a ella. Es la primera “embestida”, denominación popular con que se conocen las peleas.

A continuación comienza la petición del aguinaldo por todo el pueblo. Empiezan por la del Alcalde, para pedirle licencia para hacer la función; cuando había cura, después era el próximo en ser visitado. Esta petición lleva un protocolo: van por grupos con el mismo orden que han llegado a la iglesia y que van a mantener todo el día. Son, así pues, los Diablos, los que abren las puertas de las casas, dan los buenos días a los propietarios, reciben “el tajadico” (trozo de chorizo) para ellos y siguen a otra casa. A continuación, llegan todos los demás en grupos y con el mismo orden. Conviene advertir que “el tajadico” que recibe cada uno es para ellos personalmente; eso es propiamente el aguinaldo. Cuando llegan Los del Saco reciben para lo común un trozo de tocino y otro de chorizo o algo de dinero.

Así están hasta la hora de comer. Si alguno ha mantenido la puerta cerrada para no darles aguinaldo, lo sufrirán más tarde con los ataques más encarnizados de los Diablos.

En torno a las 16,30 vuelven a salir todos a proseguir la petición de aguinaldo, interrumpida otras dos veces por nuevas embestidas contra el Ciego e idéntica resolución. Los espectadores reciben nuevo reparto de la fertilizante ceniza, las mozas el acoso de los dos Diablos, siendo al Chiquito al que más temen, porque intenta restregarles las zarzas que lleva a sus espaldas, Al mismo tiempo se divierten con los provocativos bailes de Galán y Madama, las divertidas peripecias del Ciego y Molacillo o los absurdos lugares en los que la Filandorra se pone a dar de mamar al Niño, vigilada por Rullón; después de esto último siempre se baila una jota, a la que a veces se suman espectadores. Todos ellos interactúan con el público. Dentro del grupo de los Diablos, el Diablo Chiquito tiene como misión la vigilancia y el control de la Filandorra y Rullón, que no se pueden alejar de él, si no le piden permiso; por eso, a veces, se le ve golpearlos con su pica, porque se han ido sin permiso. De no hacerlo, es criticado por los espectadores locales, que opinan que no hace bien su papel. También, cuando la Filandorra ataca al Ciego, su hermano Rullón queda con el Niño.

En un momento dado, Ciego y Molacillo se sientan sobre rústicas banquetas y empiezan a cantar coplas picarescas, donde el tema amoroso y sexual constituye su núcleo principal.

Una vez concluida la última casa en la petición de aguinaldo, se produce la última embestida contra el Ciego, en el transcurso de la cual, el Niño cae y muere, entre el llanto de la Filandorra.

La acción final va a ser el entierro del Niño. Se ha volcado un montón de arena en la calle y allí llega el Diablo Grande con pico y pala, dispuesto a enterrar a su hijo. Da grandes zancadas para calcular la longitud de la hoya, como si fuera de varios metros de largo. Después cae sobre el terreno y llora sobre el mismo. A continuación, se levanta y traza dos surcos, mientras grita lastimeramente. A continuación deja el pico y la pala formando una cruz sobre la hoya y sale corriendo. Aparece el Diablo Chiquito, quien, con su pica, destruye la cruz y hace nuevos surcos, echando la arena por detrás de su cuerpo, para acabar revolcándose en la arena antes de desaparecer.

Aparece el cortejo fúnebre con todos, pero los Diablos sin tenazas ni pica y con Ciego y Molacillo reconvertidos en Obispo y Monaguillo. Al Niño lo traen el galán y la Madama, entre los llantos de la Filandorra y Rullón. Los responsos e hisopazos de rigor ponen fin a la celebración. Ahora es el convite generalizado para todos los asistentes con lo recaudado en el aguinaldo común.

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