Tiempo de fiesta - Mascaradas de Castilla y León

MASCARADAS DE CASTILLA Y LEÓN

ABEJERA

Los Cencerrones

1 de Enero

Por la tarde

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Abejera es localidad situada en las faldas de la Sierra de Sesnández, enclavada en la Sierra de la Culebra. Fue fundada en 1541 por el Señorío de Tábara, de quien dependió totalmente. Una liberación para sus habitantes fue la compra del monte de El Casal en 1925, que permitió a los sesenta y dos vecinos adquirientes tener pastos propios y empezar su desarrollo económico. En este sentido, la construcción del ferrocarril que va a Galicia también suscitó sueños de promoción económica, que dejaron sólo sueños y una estación en ruinas.

El pueblo cuenta todavía con interesante arquitectura popular, a base de casas de piedra de mampostería y unos corrales para el ganado, que nos recuerdan a las cabañas castreñas: de planta circular en piedra y con cubierta vegetal, a base de escobas y piornos, sujetas por pies derechos internos. Son una auténtica protección para los rebaños y una trampa para los lobos, en caso de que consiguieran penetrar.
Tanto la iglesia parroquial, como el humilladero conocido como ermita de la Vera Cruz han sido reformados. Junto a la iglesia, queda el tronco del sempiterno negrillo, que vio bajo sus pobladas ramas celebrar numerosos concejos y hoy es pasto de la hiedra.

Toda la acción se desarrolla en la plaza del Fornico, en torno al templo parroquial y junto a una fuente-abrevadero y puede definirse en una sola: luchas continuadas entre grupos antagónicos, intercaladas entre momentos de calma, en los que Ciego y Molacillo cantan sus coplas, el Gitano intenta vender sus abalorios y el Pobre pide limosna. Todo se desarrolla, a veces de forma simultánea, en la plaza del Fornico, junto a la iglesia. La única decoración son dos alpacas de paja esparcidas junto a una pared, en las que el Ciego y el Molacillo van a recitar las coplas.

Empieza la representación con algo tradicional en todas las Obisparras alistanas: la petición de autorización para la representación al Alcalde, que, en este caso, suele estar vestido con la capa tradicional alistana. Es ante él que se presenta el Gitano y le enseña los supuestos papeles del burro que monta; todo el diálogo es improvisado y provoca mil sonrisas en los espectadores. A continuación, aparecen el Ciego montado en un burro, del que tira el Molacillo; el Ciego acaba medio cayéndose del burro sobre la paja. Con más sigilo y, sin que nadie se dé cuenta, aparece el Pobre, que se sienta junto al abrevadero.

De repente, con fuerte ruido de cencerros, gritos y ceniza aparecen entre el humo el Cencerrón y la Filandorra. Provocan el caos y se dirigen directamente a atacar al Ciego, pretendiendo cogerle las piernas con las tenazas y arrastrarle. Él esgrime con poco éxito la cruz de madera; serán el Molacillo con el garrote y el Gitano con la tralla los que frustren este primer intento de llevárselo, pues los ponen en fuga. Llega un momento de calma. El Gitano empina la bota y, si te descuidas, te moja. El Pobre empieza a pedir limosna y a pintar con anilina. El Ciego se le escapa al Molacillo, mientras éste ata la burra, y mancha con el corcho a los espectadores y, si puede, aprovecha a levantar con el garrote alguna falda.

De repente y por sorpresa, nueva aparición vertiginosa y violenta del Cencerrón y de Filandorra contra el Ciego. Suelen acabar por el suelo más de una vez en estas pugnas, donde la Filandorra aprovecha también a echar ceniza a todos los espectadores y el Cencerrón a atrapar alguna pierna de los despistados. La acción termina como la anterior, con la fuga del Cencerrón y de su compañera. El Molacillo y el Ciego, se sientan sobre la paja y, acompañándose de un cubo con esquilas y un triángulo, cantan coplas alusivas a la actualidad del pueblo, los “Cantares”, después de pedir licencia al Alcalde del pueblo; las llevan escritas en la parte posterior de hojas de calendarios subidos de tono. Las rimas son octosílabos, con rima asonante en el cuarto y octavo verso. Mientras tanto, el Gitano sigue intentando trapichear con los espectadores y el Pobre, pide limosna, te ofrece que bebas de la botella de licor que lleva y te pinta con anilina.

Así, entre episodios de luchas y períodos de calma divertida, pasa la tarde. Curiosamente, aquí, no hay ni vencedores ni vencidos, de forma definitiva, aunque las luchas siempre las pierden los “malos”. Terminan todos en paz y armonía, que se traslada a los presentes en una chocolatada popular.

De una manera informal el Pobre pide limosna a los espectadores. Algún año, 2006, se hizo una rememoración de la petición de aguinaldo. Unos vecinos, ataviados con las ropas antiguas tradicionales de diario, ofrecieron a los mozos protagonistas de los Cencerrones y, de hecho, a todos los presentes, lo que se solía ofrecer antiguamente cuando se iba casa por casa: chorizo, vino y pastas. Durante el 2011 no se ha hecho.

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