Muñopepe | Ávila

CANTO DEL
CUERVO /
LA ATALAYA

Arte rupestre postpaleolítico

En el término municipal de Muñopepe, en el centro del Valle de Amblés, localizamos los yacimientos arqueológicos con arte rupestre del Canto del Cuervo y de la Atalaya.

En ambos casos las manifestaciones de arte prehistórico se asocian a las primeras poblaciones neolíticas, en torno a 5.000-3.500 a.C., asentadas en pequeñas covachas abiertas en algunos promontorios graníticos que bordean el valle.

Se trata de grupos de escasos miembros dedicados principalmente a la ganadería y la caza. En un territorio en el que predomina claramente el paisaje de dehesas serían poco significativos los campos de cultivo.

Alrededor del 2.800 a.C.- se multiplican y amplían en superficie los asentamientos, estableciéndose esta vez los poblados en el reborde del valle, en torno a afloramientos rocosos protegidos de los vientos del norte y con amplio dominio visual del entorno. El aumento del número de poblados se justifica por la mejora de las condiciones de vida que provoca de forma inmediata el crecimiento demográfico de la población.

Aún así, se trata de pequeños grupos humanos que, a manera de granjas, habitan en chozas vegetales diseminadas por las pequeñas explanadas que se extienden en torno a los majestuosos afloramientos rocosos. Y es que las rocas gigantescas enseguida se erigieron en un símbolo cultual y territorial. En hitos físicos de marcado carácter mágico-religioso, como ocurre en La Atalaya y la Peña del Cuervo de Muñopepe.

Los hombres prehistóricos añadirían a esa singularidad geológica de las rocas, piedras caballeras y bolos graníticos enormes, la ejecución de pinturas en múltiples paneles, cinco en la atalaya y dos en la peña del Cuervo.

Las representaciones pictóricas tienen en común el marcado esquematismo de los motivos pintados: trazos en ángulo, trazos semicirculares, aspas y antropomorfos; realizados con tinta plana y siempre de anchura inferior a la de un dedo.

En cuanto a la composición, parece evidente que en los distintos paneles se representan escenas, cuyo significado es difícil de comprender para nosotros por el acentuado esquematismo de las representaciones. Los motivos figurados pintados sobre la roca no parecen cumplir una función estética sino funcional, contenían mensajes no sólo rituales sino también información para una población que aún no conocía la escritura. Los puntos, líneas paralelas de zigzag vertical, antropomorfos, etc. son extraordinariamente similares a los de otros muchos enclaves de arte rupestre esquemático. Esto no hace sino abundar en la idea de la existencia de códigos comunes reconocidos, y de fácil lectura, por los pobladores antiguos de estos territorios.

En lo que si se ponen de acuerdo los arqueólogos es en manifestar que las pinturas son expresiones de prácticas mágicas. Son lugares en los que se celebrarían ceremonias religiosas en las que se reunirían las gentes de uno o varios poblados del entorno.

Su excepcionalidad radica, entre otras cuestiones, en ser prácticamente las únicas pinturas prehistóricas halladas en el Valle Amblés (excepción hecha de una estación rupestre en la Peña del Águila de Muñogalindo).

EL CANTO DEL CUERVO

En el Canto del Cuervo, los motivos pintados en color rojo sobre la roca se hallan muy degradados, pero es posible identificar algunos antropomorfos. Se distribuyen en 2 paneles, el primero con 9 figuras y el segundo con 10.

LA ATALAYA

En el complejo rocoso se distinguen cinco paneles de pinturas esquemáticas cuya ubicación constituía una referencia visual y territorial para los que en la prehistoria vivían y transitaban este territorio.

 

Junto a los paneles pictóricos prehistóricos hay una enorme piedra “resbaladera”. Se denominan “resbalinas”, “resbaladeras”, “arrastraculos” y “pandero de las mozas” a unas peñas sagradas asociadas a rituales de fertilidad.

Ya sean de granito, cuarcíticas o calizas, en todas ellas se aprecia una acanaladura de entre 30 y 50 centímetros de ancho. Es la huella del desgaste por roce producida al haber resbalado miles de veces por su superficie inclinada, en ocasiones sentadas sobre un ramo de piorno para facilitar el deslizamiento. Eran frecuentadas fundamentalmente por las mozas, en un ritual ancestral que perseguía la fecundidad y el matrimonio.

Estas resbaladeras constituyen, en sí mismas, un paisaje sagrado que hunde sus raíces en época prehistórica.

 

LOCALIZACIÓN

Se encuentran situadas al norte y noreste del casco urbano respectivamente y separadas entre si 250 m, ambas en la zona de contacto entre la ladera de la sierra y el fondo del valle.

El acceso a pie se realiza sin dificultar y la zona esta señalizada.

La visita es libre.

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