El inestable siglo XIX se inicia con la invasión de las tropas napoleónicas en 1808, situación que obliga a los monjes de Santo Domingo de Silos a la protección de sus bienes para evitar la incautación. Para impedir el saqueo los monjes de la abadía ocultan gran parte del archivo y la urna de plata con las reliquias de Santo Domingo en la pequeña localidad de Moncalvillo de la Sierra y camuflan los objetos de valor dentro del monasterio. Con la Desamortización y exclaustración de las órdenes religiosas en 1835 se inicia un periodo de 45 años de ausencia de vida comunitaria monástica. No obstante, hasta el año 1857, permaneció el Padre Abad Rodrigo Echevarría, primero como encargado por el Gobierno para hacer los inventarios y cuidar del edificio, y desde 1846 como párroco de Silos por muerte del P. Fulgencio Palomero, quien al mismo tiempo regentaba la farmacia como boticario y propietario por haberla comprado en 1820, lo que le permitió salvar varios de los bienes monásticos – tesoro de la sacristía, parte de la biblioteca y sus manuscritos, parte de la farmacia – que dejó en manos de sacerdotes de pueblos vecinos. Todos los manuscritos fueron con él a Segovia cuando fue nombrado obispo de esa diócesis. A su muerte en 1875 dejó como herederos de esos bienes a los monjes de Silos, residentes en Madrid, quienes finalmente los pusieron a la venta, para ayudar con su importe a la restauración del monasterio de Silos, atendiendo la petición realizada por el arzobispo de Burgos. En 1877 estaban en manos de un anticuario de París y fueron puestos a la venta en una subasta, adquiriendo la mayoría de los ejemplares la Biblioteca Nacional de París y el Museo Británico, y unos pocos otros coleccionistas; esta situación ha permitido al menos conservar esa documentación, aunque de una pequeña parte de ella se ha perdido la información de su localización final. La progresiva ruina de las dependencias del monasterio motivó también el traslado de varias obras al Museo Provincial de Burgos –arquetas, relicarios, frontal de esmaltes del sepulcro de Santo Domingo-, a pesar de la protesta del párroco, P. Sisebuto Blanco, por ser objetos dedicados al culto y no estar autorizado su traslado por el arzobispo de Burgos.
En 1862 se llevaron al museo de Burgos las pinturas que estaban en dependencias del monasterio, no las de la iglesia y sacristía; y en 1863 se trasladaron a la biblioteca provincial de Burgos 6090 volúmenes de la biblioteca de Silos; con anterioridad, en 1850, Pascual de Gayangos se llevó para la Real Academia de la Historia (Madrid) 402 volúmenes de la biblioteca de Silos.
En 1880 se instaló la nueva comunidad de monjes benedictinos procedentes de Francia y a partir de ese momento se inicia una nueva etapa de renovación de la vida espiritual y de restauración progresiva del monasterio.